Las primeras luces del alba se filtraban entre las copas de los ĂĄrboles, tiñendo la aldea con un tenue resplandor dorado. Sin embargo, la tensiĂłn se sentĂa mĂĄs densa que nunca, como una niebla invisible que apretaba el pecho de cada habitante. Tras la competencia de las pastillas, muchos ojos se habĂan volcado sobre Eira, ya no con desconfianza... sino con un extraño tipo de expectaciĂłn. Algo en ella âen su conexiĂłn con la maldiciĂłn, con los sueños, con el lĂder caĂdoâ habĂa despertado un rumor que ya no se podĂa silenciar.
Eira se sentĂa desgastada. Por dentro, una parte de ella aĂșn no lograba entender cĂłmo habĂa terminado convertida en la pieza clave de algo tan ancestral. Y por fuera, su cuerpo llevaba las marcas del esfuerzo, del insomnio, de la batalla interna entre lo que era... y lo que debĂa ser.
Fue Aidan quien entrĂł al refugio con pasos firmes y ojos sombrĂos.
âEl consejo quiere verte âdijo sin rodeos.
Eira asintiĂł, aunque su estĂłmago se revolviĂł. Lo sabĂa. Tarde o temprano