La noche se cernĂa sobre los bosques como un manto denso y pesado. Eira caminaba a travĂ©s del sendero de piedras antiguas, acompañada solo por el murmullo del viento entre los árboles. Desde su encuentro con el anciano del Lago del Silencio, algo en su interior habĂa comenzado a cambiar. Una parte de su maldiciĂłn, antes dormida, ahora susurraba con voz propia.
Las marcas en su piel ardĂan en patrones irregulares, como si respondieran a una fuerza que aĂşn no comprendĂa del todo. Aidan la seguĂa de cerca, atento a cada movimiento, sin presionarla, pero con una tensiĂłn palpable en sus hombros.
—¿Estás segura de que es aquĂ? —preguntĂł Ă©l en voz baja, observando el claro que se abrĂa ante ellos, iluminado por una luna más roja de lo normal.
Eira asintiĂł, aunque en realidad no lo estaba del todo. Algo —una voz, una visiĂłn, un recuerdo ajeno— la habĂa guiado hasta ese lugar. Las raĂces de los árboles formaban un cĂrculo perfecto, y en el centro, descansaba una piedra tallada con sĂmbolos ant