El cristal estalló en mil pedazos. Valeria se arrojó al suelo por puro instinto mientras Aleksandr la cubría con su cuerpo. Los disparos continuaron, perforando las paredes del penthouse como si fueran de papel.
—¡No levantes la cabeza! —le ordenó él, su voz convertida en un gruñido animal.
Valeria se aferró a su vientre, protegiéndolo con ambas manos. Apenas habían pasado tres días desde la última amenaza de Iván, y ahora esto. El ataque frontal que Viktor había advertido finalmente había llegado.
—Necesito sacarte de aquí —murmuró Aleksandr contra su oído mientras extraía una pistola de su chaqueta—. Cuando te diga, correrás hacia el pasillo del sótano. Nikolai está esperando allí.
El corazón de Valeria latía tan fuerte que parecía querer escapar de su pecho. Nunca había experimentado un miedo tan visceral, tan primitivo. No era solo por ella; era por la pequeña vida que crecía dentro de ella.
—¿Y tú? —preguntó con voz temblorosa.
La mirada de Aleksandr se endureció. Aquellos ojos qu