43. ¿Tú quieres a esa loba? 
Pero Eryx no lo hizo.
Su mente era un campo de batalla.
Su cuerpo quería someterla, marcarla, hacerla suya frente a todos, pero su cabeza recordaba la promesa de no debilitarse con ninguna hembra. Y también estaba la protección, cualquier acto impulsivo podría ponerla en peligro.
—Te encierro porque es lo único que puedo hacer para protegerte —dijo finalmente, liberando sus brazos y retrocediendo un paso—. No es un castigo. Es… precaución.
Lana lo miró con los ojos brillando de rabia y frustración, pero por dentro una chispa de algo desconocido se encendió.
No entendía por qué su corazón se aceleraba tanto ante él, por qué sus pensamientos eran un torbellino entre deseo y miedo.
Debía deshacerse de aquel deseo absurdo que la recorría con tan solo una mirada de él.
—Asignaré un guardia —continuó Eryx su voz era firme y autoritaria—. No es opcional. Nadie más se acercará a ti, nadie.
Lana soltó un suspiro entre dientes y frunció el ceño.
—¿Crees que soy débil? —le espetó finalmente,