28. No quiero ser tuya
Eryx no se detuvo.
La arrastró con él hacia la casa de la manada, abriéndose paso entre los cuerpos que se apartaban de inmediato.
El Alfa no pedía permiso. El Alfa tomaba.
Lana sentía que se ahogaba. Su corazón latía tan rápido que apenas podía seguir caminando. Cada paso era un recordatorio de lo que acababa de pasar. Había pasado de ser la bastarda de su padre, la “ratita del bosque”, a la concubina del Alfa sangriento. Y lo peor… una parte de ella no sabía si debía temer o sentirse protegida.
Entraron en el harén y las hembras los contemplaron con sorpresa y desconcierto al mismo tiempo, Lana se sintió cada vez más apenada, Eryx ni siquiera le dedicó una mirada a ninguna, mantuvos los ojos fijos al frente hasta que entró en una habitación llevándola con él.
El portazo resonó con fuerza cuando Eryx cerró la puerta detrás de ellos. Lana tropezó hacia el interior, aún sujeta de la muñeca por la mano firme del Alfa. El silencio en la casa era sofocante, solo interrumpido por el soni