27. Nadie toca lo que me pertenece

El silencio era tan denso que parecía sofocar el aire mismo.

Los ojos de toda la manada iban del Alfa al macho que había pronunciado esas palabras.

Eryx no soltó a Lana. La mantenía firme contra él, como si temiera que al hacerlo, la perdería.

Sus ojos verdes se clavaron en aquel intruso con una furia apenas contenida.

El corazón de Lana se detuvo. Las palabras de su padre se quedaron colgando en el aire como un látigo, despertando un murmullo entre los presentes.

Su padre sonrió, una mueca cruel y orgullosa.

—Alfa. Ella es mi hija y volverá conmigo, Ha sido un atrevimiento de su parte venir aquí y mentir sobre el vínculo.

Lana sintió que la sangre se le helaba. Los recuerdos la golpearon, los años de dolor, de gritos, de control. La prisión disfrazada de hogar. El miedo volvió como un veneno a sus venas.

Eryx percibió el cambio en su respiración. Sus dedos se cerraron con más fuerza sobre su muñeca.

‘’Ese miedo no es hacia mí… es hacia él.’’

Por alguna razón, Eryx sentía la necesid
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