148. Nadie volverá a quitarte nada
Lana se giró hacia Eryx y él vio como los ojos violeta de Lana brillaban con una determinación feroz.
Pronto se sintió orgulloso de su hembra y quiso abrazarla, alejarla de todo lo que le hacía daño.
—Encárgate de ella —le ordenó sin importarle quién era él, con esa altivez que tanto le encantaba—. Yo no puedo matarla, pero tú... puedes hacerlo cualquier cosa.
Eryx la miró antes de acercarse a ella, lento, deliberado. No la tocó todavía, pero su presencia ya la envolvió, el calor de su cuerpo grande, la forma en que su pecho subía y bajaba con cada respiración profunda y controladas.
Estaba furioso por lo que habían intentado hacerle a ella y a sus cachorros, pero en ese instante, viendo a su hembra erguida, desafiante, sintió un deseo tan crudo que casi le dolía.
Lana no retrocedió.
Alzó la barbilla, sosteniendo su mirada.
—Lana... —murmuró él como un gruñido apenas contenido—. ¿Estás segura?
Se detuvo a un solo paso de distancia.
Tan cerca que ella podía sentir el calor que irr