13. El Beta sí sabe elegir
—Pareces un cadáver, Eryx —rió el Alfa Maddox golpeándole el hombro—. ¿No será que la soledad empieza a pesarte? ¿A dónde llevaste a esa hembra tan…?
Eryx giró lentamente la cabeza, la mandíbula rígida.
—Cierra la boca.
Maddox levantó las manos con una sonrisa torcida.
—Yo solo digo que tienes un harén y sigues aquí. Empieza a dar qué hablar.
—¿Desde cuándo me importa lo que hablen? —gruñó Eryx.
Los otros Alfas rieron entre dientes. Uno más joven se inclinó hacia adelante.
—¿Será que por fin encontraste a tu Luna? Después de todo, la maldición…
Él gruñó de inmediato callando al Alfa Said.
—Ninguna maldición existe.
Un silencio se extendió como filo, las risas murieron.
Eryx clavó la mirada en el macho y habló en un murmullo que heló la sangre.
—Repite eso y te abriré la garganta.
Maddox carraspeó.
—No te pongas así, hermano. Era una broma.
—Pues no quiero oír eso otra vez.
El ambiente quedó tenso, cortado. Nadie más se atrevió a hablar en minutos, mientras un grupo de bailarinas volv