123. Mientes muy mal

Después de alimentar a sus cachorros, Lana se levantó.

Ambos estaban profundamente dormidos.

Eryx no había regresado desde la mañana.

no sabía nada de él y aunque no quería admitirlo, aunque se repetía a sí misma que debía estar agradecida por no tenerlo cerca el silencio la hacía sentir inquieta.

Y sola.

Se abrazó a sí misma un momento, odiando el vacío extraño que se formaba en su pecho.

—No lo necesito —murmuró para sí misma.

Suspiró y decidió distraerse, necesitaba una ducha.

El baño era enorme, cálido y el vapor envolvió su piel mientras se duchaba.

Durante todo el día había estado intentando recuperar sus recuerdos, las curanderas habían dicho que cualquier cosa podía desencadenarlos pero nada había funcionado.

Por un instante, sintió algo parecido a calma, pero cada vez que cerraba los ojos aparecía él.

Cada vez más dudas se asentaban en su cabeza.

Recordó las palabras que su madre, una y otra vez la había repetido sobre él, pero nada encajaba con su perfil y comenzaba a dudar
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