117. Juntos
Lana soltó un jadeo tembloroso al escuchar sus posesivas palabras en una mezcla de negación y algo que no quería reconocer.
Eryx lo sintió. Ella podía mentir con palabras, pero no con su cuerpo.
—Quiero a mis hijos —susurró ella finalmente con la voz rota.
Eryx la soltó cediendo, entendiendo la urgencia de una madre desesperada, pero sintió como si su piel se resistiera a dejarla ir.
—Quédate aquí —ordenó con la voz baja.
Lana tragó saliva, sin saber por qué su pecho dolió cuando él se apartó de la cama y sus ojos lo siguieron cuando Eryx salió de la habitación.
Volvió minutos después, él volvió con el cochecito entre sus manos enormes. El coche se veía pequeño, casi ridículo, entre la brutalidad de su cuerpo.
Sin embargo, dejó de prestarle atención al ver a sus cachorros a salvo.
—Mis... —su voz se quebró por completo.
Eryx la observó sin hablar.
La miró como si su alma dependiera de ese instante.
El alivió la hizo suspirar haciendo que Eryx la mirara con los dientes apretados al ente