118. En los brazos del Alfa
Lana terminó de alimentar a su cachorra y la acostó sobre el cochecito porque tenían que irse, aquello no le gustaba nada pero por el momento obedecería.
Podía sentir la mirada de él, quemándole la espalda, poniéndole nerviosa, aunque no le gustara nada aquella sensación que la hacía sentir en desventaja.
—Ven aquí —susurró él.
—No —respondió ella enseguida pero su voz era un susurro débil, traicionero.
Eryx deslizó sus dedos por su cintura haciendo que se girara hasta él lentamente antes de cubrirla con un abrigo, aunque esperaba que Lana se resistiera no lo hizo.
—No puedo tocarte sin pensar en lo mucho que te necesito y deseo —confesó él con brutal honestidad—. Pasé meses imaginándote, extrañándote.
Él rozó su mejilla suavemente y Lana cerró los ojos.
—No me toques...
—Y ahora estás aquí —continuó él como si no la hubiera oído—. Alimentando a mis hijos... ¿De verdad crees que puedo alejarme de ti?
Lana abrió los ojos y estos se encontraron con la mirada intensa de él.
—No te acerqu