115. Son mis hijos
Eryx apretó más a Lana contra su pecho, como si temiera que el viento pudiera volver a arrebatársela.
Su respiración seguía irregular, pero no la soltaba ni por un segundo.
Eryx inclinó el rostro hacia Lana.
Su piel estaba fría, su respiración superficial, sus pestañas húmedas por el llanto que no había terminado.
Ella se veía tan frágil como nunca la había visto y eso lo destruyó.
Giró la cabeza lentamente hacia Laura, a quien dos lobos mantenían inmovilizada contra el auto.
Quería matar a esa hembra pero tenía que averiguar si realmente era la madre de Lana o sobre eso también le había mentido, necesitaba el permiso de su hembra para eliminarla porque la desesperación con la que Lana la había llamado caló profundamente dentro de él. Si Eryx o alguno de los suyos la lastimaba, él temía que Lana no lo perdonara.
—Enciérrenla.
Laura abrió los ojos con terror.
—¡Alfa, ella es mi hija, si...!
—Cállate —su rugido la silenció de inmediato, cortándole el aire—. Te atreviste no solo a manten