La cena estaba servida en la larga mesa de caoba pulida. Adriana observó el festín frente a ella con una mezcla de sorpresa y desconfianza. Filetes poco hechos, verduras asadas y una botella de vino tinto que parecía costar más que su matrícula universitaria. A su lado, una copa de cristal contenía un líquido carmesí más espeso que no era vino.
—¿Sorprendida? —preguntó Lucien desde el extremo opuesto de la mesa, su voz un susurro que atravesaba el espacio como si estuviera sentado junto a ella—. Los vampiros también comemos alimentos normales. El sabor es... secundario, pero apreciamos las texturas.
Adriana cortó un trozo de carne, observando cómo la sangre se derramaba en el plato.
—¿Es esto algún tipo de broma macabra? ¿Servir carne sangrante a una medio vampira?
Lucien sonrió, apenas un movimiento de labios que no alcanzó sus ojos.
—Es wagyu japonés. Pensé que apreciarías algo de calidad después de la comida universitaria.
—Qué considerado —respondió ella con sarcasmo—. ¿Siempre tr