Cap. 95: Renuncia y maquinaciones.
El salón de juntas estaba en completo silencio.
Las luces frías colgaban sobre la larga mesa de roble, donde los directivos observaban con recelo a Lisandro Elizalde. Algunos lo miraban con nerviosismo, otros con desconcierto. Él, de pie al frente, con la chaqueta bien abotonada y el rostro más sereno de lo que cualquiera esperaba, sostuvo sus palabras con voz firme:
—He convocado esta reunión extraordinaria para comunicar mi renuncia irrevocable a la presidencia del grupo Elizalde.
Hubo un murmullo inmediato, seguido de una exclamación que atravesó la sala como un rayo.
—¡Estás completamente loco! —gritó su madre desde el otro extremo—. ¿Tú entiendes lo que estás diciendo? ¡Esta empresa es el legado de tu padre, Lisandro! ¡La levantaste con tus propias manos!
Él apenas la miró. Solo respiró hondo.
—Sí. La levanté. Pero también la arrastré al borde del colapso. No puedo seguir atado a esto cuando ya ni siquiera creo en lo que representa. He perdido cosas más valiosas que una oficina.