Cap. 92: Teo es mi hijo.

La cama estaba tibia, la habitación en penumbra, y afuera la ciudad murmuraba como si no pudiera dormir nunca. Bajo las cobijas, Amelia estaba acurrucada contra el pecho de Iker, con una pierna entrelazada sobre la de él y una mano descansando justo donde sentía el latido constante, firme, que poco a poco la serenaba.

Iker le acariciaba el cabello con movimientos lentos, tan suaves que parecían pensados para deshacer cada nudo que el día le había dejado encima. Ella suspiró hondo, dejándose llevar por la calidez de ese momento que tanto había anhelado sin saberlo.

Pasaron unos minutos en silencio, hasta que él habló.

—Fue Natalia —dijo en voz baja, sin brusquedad—. Mi tía no inventó lo que dijo. Ella creyó todo porque alguien se lo contó de un modo… preciso. Y fue ella. La envenenó contra ti.

Amelia entrecerró los ojos, sin moverse de su pecho.

—No esperaba menos de ella —susurró—. Pero… Iker… hay algo que tu tía dijo que no está tan lejos de la verdad.

—¿Qué cosa?

Ella levantó apenas
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