Cap. 120: Gracias Lisandro.

Berenice Elizalde avanzó como si caminara sobre cristales. Iba impecable. No había firmeza en su andar. Solo un temblor tenue, casi invisible, que era más devastador que cualquier grito.

Había pasado la noche llamando a Lisandro. Ahora estaba allí. Buscando respuestas.

Antes de que pudiera acercarse a información, alguien la llamó.

—¿Señora Elizalde?

Blair Vanderbilt la llamó.

Berenice caminó hacia ella con una mezcla de rabia, dolor y desesperación.

—Capitana Vanderbilt —dijo con la voz forzada, casi oxidada—. Quiero ver a mi hijo. Quiero saber dónde está. Quiero que me expliquen qué diablos pasó.

Blair sostuvo su mirada, seria.

—Lo lamento muchísimo, señora Elizalde. Estamos en proceso de identificación. El lugar quedó devastado. Hubo un incendio inmediato tras la explosión y…

—No me dé rodeos —interrumpió Berenice, quebrándose un poco—. Usted estaba a cargo del operativo, ¿no? ¿Dónde estaba mi hijo cuando explotó esa bodega? ¿Dónde estaban Amelia Navarro e Iker Balmaceda? ¿Por qué
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