Cap. 108: Todas las noches que quieras.
Valentina quiso replicar, pero se encontró sosteniendo esa mirada tranquila, honesta, que no había visto en él antes del retiro. Una mirada que no exigía, no presionaba… invitaba.
Cedió con una pequeña sonrisa.
—Está bien.
Lisandro llamó al mesero, pagó la cuenta sin darle tiempo a protestar y se levantó para acompañarla hacia la salida. Afuera, la lluvia era fina pero insistente. Él abrió su paraguas y lo sostuvo por encima de ambos mientras caminaban a su coche.
El auto estaba impecable, aún con el brillo que dejaban las gotas resbalando por la carrocería. Cuando ella subió, el interior olía a cuero limpio y un perfume tenue, masculino, que la envolvió sin permiso.
Lisandro encendió el motor.
No hablaron.
Una melodía suave, romántica, salió de los altavoces del auto, llenando el espacio entre ellos como una confesión que ninguno había dicho en voz alta
Valentina apoyó la mano sobre las piernas para calmarse. Lisandro sostenía el volante con serenidad, como si disfrutara de la simple