Cap. 107: Encuentro inesperado.
El restaurante tenía esa luz cálida que volvía todo más amable, siempre en una tonalidad suave, como si respetara a quienes buscaban refugio en un plato humeante y una copa decente.
En una mesa cerca de la ventana, Lisandro disfrutaba de algo que apenas estaba aprendiendo: estar solo sin sentirse solo.
Aunque estaba acompañado de un libro cerrado a un lado, una copa de vino entre los dedos.
El aroma a paella, a pan recién horneado, a aceite de oliva, lo envolvía como un abrazo honesto.
Había elegido ese lugar por la música una guitarra tranquila y porque nadie lo miraba con el peso de lo que fue.
De pronto Valentina. Elegante, segura, con el cabello suelto brillándole sobre los hombros, entró, buscaba una mesa, pero su mirada lo encontró a él primero.
Él no la vio. Ella sí. Y el pinchazo fue inmediato. Un golpe tonto al pecho, mezcla de sorpresa y esa sensación molesta que aparece cuando alguien regresa y no te busca.
Se quedó quieta, dudando no sabía si acercarse o ignorarlo, pero de