Cap. 106: Cerrando ciclos.
Cuando la puerta se cerró detrás de Berenice, el silencio que quedó en la sala fue otro.
Ya no era el silencio tenso que siempre acompañaba a los Elizalde, lleno de sospechas y amenazas veladas.
Amelia fue la primera en moverse. No corrió, no lo abrazó; simplemente se acercó y se colocó a su lado, lo bastante cerca para que él supiera que no estaba solo, pero sin invadirlo.
Lisandro seguía con las manos apoyadas en la mesa, los nudillos tensos, la mirada clavada en un punto invisible del escritorio.
Respiraba como alguien que acaba de salir de una guerra que llevaba años librando sin darse cuenta.
—Lisandro… —murmuró Amelia, apenas un soplo de voz.
Él parpadeó despacio, como si su nombre lo trajera de vuelta a la superficie.
Y cuando levantó la mirada, ya no era el presidente del grupo, ni el manipulador, ni el hombre atrapado en las sombras de su apellido. Era un hombre diferente. Honesto por primera vez.
—No sabía nada —susurró con la voz quebrada—. Nada. Me criaron en un palacio d