Después de mandar a trabajar a Gaby y dejar a Sole en su casa, estoy de camino a la mía; Debo llegar antes de que Aye despierte, así le tengo el desayuno preparado.
Alex se tomó de ella anoche; Seguro que Erik e Ian ayudaron con el plan de niñeras. Me hubiera gustado verlos, a ver cómo se las ingeniaban con las preguntas de mi hija.
Llego a casa y sin hacer ruido paso por la habitación de Aye, ella se encuentra dormida todavía y, por lo que veo, se durmió con la tele prendida; Creo que Alex no pudo decir "no".
Voy a mi habitación y Alex también sigue dormido; está boca arriba, con una mano en su abdomen y la otra extendida, la sábana lo tapa desde sus caderas hacia abajo y la luz del sol que entra por la ventana lo hacen ver jodidamente sexy; sus cejas y pestañas doradas parecen oro puro y su piel bronceada resalta más con el contraste del sol, las sábanas de seda negras lo hacen ver como un rayo de luz en la oscuridad, es una verdadera tentación, y mi maldito cuerpo ya está teniendo reacciones por el atractivo visual que derrocha en mi lecho. Muerdo mi labio inferior para controlar mi respiración, estoy teniendo una disputa interna, la cual consiste en si lo despierto, o lo dejo dormir y me voy a duchar. ¿Qué hago? Silenciosamente me acerco a la cama y lo observa unos minutos, frunzo el labio pensado en qué hacer, y me decidió ir primero por una ducha rápida; cuando salga me hago carga de ese cuerpo y mis ganas.
Corro a la ducha, me saco la ropa con velocidad, me situó debajo de la regadera y puedo sentir como todo mi cuerpo se relaja, dejo salir un suspiro de satisfacción. Doy la vuelta para agarrar el jabón líquido y siento una brisa en mi espalda, giro como una autómata y mi cuerpo otra vez reacciona de la manera que hizo cuando entré en la habitación y lo vi con su esplendor dorado.
—Vengo por mi mañanero —articula a centímetros de mi rostro.
—Es todo tuyo —digo mordiendo mi labio, provocándolo. Él pasa un brazo por mi cintura y me pega a su cuerpo sin ningún cuidado.
—Todo mío —repite.
Pasa la yema de sus dedos por mi rostro y baja por mi costado, haciendo una caricia cruelmente delicada que eriza y entumece cada parte de mi cuerpo. Hace que mi vientre se contraiga y mis rodillas golpeen entre sí. Él no deja de mirarme, me observa de una manera intensa, como si viera más adentro de mí; sus ojos queman los míos por su intensidad, pero estoy por completa hipnotizada en ellos y no puedo desviarlos. Sus dedos llegaron a la zona de mi centro y no pude evitar que un jadeo saliera de mi boca.
-Alex…
—Di que es mío —ordena. Tengo las palabras enredadas en mi garganta, por el hipnotismo de sus ojos y el placer que me están otorgando sus dedos—. Dilo, di que esto es mío —dice, presionando más sus dedos.
—Es tuyo... todo tuyo —jadeo.
Gruñe, me agarra el culo y me levanta, encerrándome entre su cuerpo y la pared; pone sus manos a los lados de mi rostro, enjaulándolo, y me vuelve a mirar rozando su nariz con la mía. Puedo sentir su aliento caliente en mi boca, mezclándose con el mío.
—Esto también es tuyo —dice, apretando su pelvis en mi vientre para darle más certeza a sus palabras—, todo tuyo —susurra en mi oído.
De un arrebato toma mi boca con vehemencia y voracidad, como si de ello dependiera su vida. Con su lengua enreda la mía en una lucha sin fin, sin ganadores ni perdedores. Succiona mi labio inferior y lo muerde, llevándolo consigo. Minimiza el beso de a poco cuando necesitamos aire y empieza a bajar con su boca, pero sin separar sus labios de mi cuerpo. Besa y pasa su lengua por cada parte de mi cuerpo, lo mordisquea, arrancando mis gemidos más profundos. Con un certero movimiento entra en mí, provocando que los dos jadeemos. Cierro mis ojos y levanta mi cabeza hacia arriba, él esta compenetrado en mi cuello, succionándolo y mordiéndolo. Comienza sus estocadas, mientras chupa mi pezón izquierdo que esta duro y rojizo, excitado por su toque. Sé que voy a tener mi espalda y caderas marcadas por la presión contra la pared y su agarre, que se hace más fuerte en cada embestida.
—Te eché de menos —susurra en mi oído.
—Yo también, necesitaba esto —gimo.
Muerdo mi labio inferior, él lo nota y lo toma con sus dientes, mordisquea con la rudeza suficiente que hace alterar mis sentidos. Profundiza sus arremetidas, combinándolas con un movimiento circular, volviéndome loca, apretando y rozando con la fuerza necesaria, hasta que mi orgasmo se hace notar.
—Eres perfecta —murmura, después de que pude calmar mi cuerpo por el potente orgasmo.
—No lo soy —musito con la voz ahogada.
Él acuna mi rostro y ancla sus pupilas en las mías.
—Sí lo eres... Para mí lo eres —Me besa. Un suave y dulce beso perfecto—; para mí eres perfecta —murmura sobre mi boca.
Ante su confianza, arrebato su boca con pasión. Él también es perfecto para mí, siempre va a ser el único para mí.
Luego de bañarnos, salimos; yo envuelta en una toalla púrpura y él con una blanca atada en lo bajo de sus caderas. Nos disponemos a vestirnos en medio de bromas, risas y provocaciones. Se pone un traje petróleo, una camisa blanca y una corbata escarlata que lo hacen ver endemoniadamente serio y rudo; bronceado sexy.
—Voy a preparar el desayuno —avisa, dándome un beso en la mejilla, mientras busco la cartera —, tú ve a despertar a Aye.
—Anoche se durmió tarde, ¿verdad? —índago. No responde, solo venta de la habitación como una luz. Niego con la cabeza por su falta de autoridad y me dirijo a la habitación de la manipuladora de mi hija—. Arriba, dormilona —digo, besándole la mejilla—, vamos.
—Quiero dormir un poco más —entona, somnolienta.
—Te dormirte tarde anoche, ¿no? —le pregunto, aunque ya sé la respuesta a eso.
—No.
—Vamos Aye, hay que desayunar e ir a la escuela.
—Está bien — habla mofando y refregándose los ojos.
—Toma —le extiendo la ropa, dejándola a los pies de la cama.
—¿Dónde está Alex?
—Preparando el desayuno.
—¿Ian y Erik se fueron?
—Así es —le respondo.
—Anoche le gané a Ian a las carreras —cuenta con alegría.
—Es malo jugar al Xbox, ¿verdad?
—Sí, muy malo.
Bajamos a la cocina en donde Alex ya tiene todo casi listo; Puedo sentir el aroma a café invadiendo mis fosas nasales, haciendo que mi estómago se queje.
—Anoche no cenaste, ¿verdad? —adivina, al darme cuenta de mi queja estomacal.
—El helado cuenta? —Le regalo una sonrisa para que no me reprenda.
—Toma —Me tiende una taza de café, negando desconforme por no haber cenado.
—El helado no es comida, mami —me reprende mi hija.
—Lo sé, no tuve tiempo.
—¿Cómo está Gaby? —Quiero saber mi hombre.
—Mejor, hoy lo escolté hasta el trabajo.
—¿Lo escoltaste? —pregunta confundida.
—Sí, tenía que asegurarme de que llegase y no me mintiera —Sonrío al recordar como lo molesté todo el viaje con el claxon.
—Va a salir adelante.
—Lo sé, es fuerte —aseguro.
—Hoy voy a ver cómo va la obra; Quiero que terminen de una vez, y trabajar como es debido —me informa, mientras le sirve el desayuno a Aye.
Está arreglando unas oficinas en un edificio en la capital, para instalarse y poder trabajar desde aquí; va a tener que viajar más de una vez, como hacía antes, pero ahora va a armar otra sucursal acá, como ya tenía previsto antes de conocernos, solo que todavía no esperaba hacerlo, sino que era un proyecto a futuro, que tuvo que adelantar por nuestra relación.
—No seas impaciente —esbozo.
—Mira quién habla.
—Película clásica.
—Muy chistosa —Me da un beso en los labios—. ¿Almorzamos juntos? —pregunta sin alejarse de mi boca.
—Sí —asiento. Me da otro beso y se aleja.
—Paso por el restó con Erik, al mediodía —anuncia, mientras le da un beso en la mejilla a Aye—. Chau, princesa.
—¡Chau! —grita Aye a su espalda—. Siempre está apurado —se queja, y mete una cucharada de cereal a la boca.
—Y nosotras también, ya es tarde.