Capítulo 64-Alex

Erik tenía razón, esa niña es igual a Lina; Básicamente es muy parecido, pero por dentro son idénticos. La niña habló todo el viaje del hotel a la casa de mi madre; no me molestó, para nada, me divertí en demasía al escucharlas a las dos juntas, hablar como si no fuera madre e hija, sino algo más, si es que eso existe.

~•~

—A dónde vamos? —así fue como comenzó el parloteo de Aye.

—A casa de la madre de Alex —le hizo saber Lina.

—Ayer fuimos a casa de la mamá de Erik para que me conociera, porque la tía Sole es su novia —comentó—. ¿Ustedes son novios? —dedujo.

—¿Y eso está bien para ti? —le preguntó Lina con delicadeza.

-Sorbo; Alex es lindo y... —se quedó un minuto pensando, luego añadió—. ¿Sabes lo que más me gusta de Alex?

—Aye, ¿te das cuenta de que Alex está presente y escuchándote, no?

—Sí, pero él no me preguntó nada y tú sí —aclaró la niña.

—Bueno, yo te pregunto —dije, metiéndome en la conversación—. ¿Qué es lo que más te gusta de mí? —le dedicó una sonrisa, al tiempo que Lina negaba con la cabeza.

—Aye, no es necesario decir lo que más te gusta de él —manifestó mi chica—; no queremos que su ego se golpee contra el techo del auto —murmuró, girando la mirada hacia la ventanilla.

—Pero yo quiero saber; diez centavos, sí, por favor —le pedí sonriendo; me estaba divitiendo a lo grande.

—Lo que más me gusta es tu pelo —soltó la niña.

—Mi pelo? —estaba sorprendida, es la primera vez que me alagan el pelo, mayormente se llevan la gloria mis ojos.

—Sí, es del color del sol, y tiene unas partes muchas más claras... Y a mí me gusta el sol –explicó, muy segura de lo que hablaba.

—Le gusto —le repito a Lina, guiñándole un ojo.

Ella solo rodó los ojos, mostrando molestia, pero su boca esta fruncida para evitar reír.

~•~

Llegamos a la casa de mi madre; nos recibe con un gran entusiasmo y su gran sonrisa. Ya le gusta Lina, y ni siquiera cruzó palabra con ella.

Cuando la llamé para avisarle que iba a visitarla con Lina y su hija, ella se dio cuenta en el momento que Lina era la mujer de la cual habíamos hablado incontables de veces.

—Pasen —invita—. Tú debes ser Lina —dice, besándola dos veces.

-Si; un gusto, señora —corresponde.

—Ah, no, no señora; llámame Débora, por favor —aclara. Por la cantidad de informalidad de su parte, puedo decir que ya la adoptó.

—Bien, un gusto Débora.

—Y tú debes ser Ayelen, ¿verdad? —entona, inclinándose para hablar con la niña.

-Si. ¿Eres la mamá de Alex?

—Así es —responde, riendo — ¿Sabías que soy del mismo país que tú?

—¿En serio? —preguntan al unísono, madre e hija, hasta pusieron la misma cara de asombro, y luego arrugaron la nariz.

Tuve que disponer de todas mis fuerzas para no soltar una sonora carcajada al ver semejante escena.

—Sí —asiente mi madre, riendo por las caras de ellas. Sigo dándole la razón a Erik, son iguales, solo cambian el color de ojos; el de Aye es de un verde muy claro, y el de Lina es un gris plata.

—¿Alex también es de mi país? —indaga la niña.

—No, él nació aquí.

—¿Y su papá? —curiosea.

—Es de Alemania.

Aye se queda un instante en silencio, pensando en la información que le dio mi madre. Estoy seguro de que no va a dejar la conversación ahí no más.

—Esos son muchos países —segura.

Mi madre comienza a reír, mientras asiente. Pude ver como sus ojos brillaban cuando su mirada estaba puesta en Aye.

—Pasemos a la sala —enuncia, direccionándose hacia allí.

Caminamos por el pasillo; Aye estaba observando todo con mucha atención y con la boca abierta. Miro a Lina y observa como le brillan esos hermosos ojos, se da cuenta que la veo y me sonríe, y es la sonrisa más maravillosa que he visto. Parece ser un sueño que esté aquí con ella, pensé que nunca llegaría este momento, que ya nunca iba a tener la posibilidad de tenerla así, para mí. Por un momento llegué a pensar que, lo que había pasado en Alemania con nosotros, se había quedado allí en cuanto cada uno subió a un avión distinto y con destinos diferentes.

Llegamos a la sala, Lina se sienta con Aye en su regazo en el sofá, yo me acomodo a su lado y mi madre en frente.

—Tiene una casa muy linda, Débora —Indica observando a su alrededor.

—Gracias.

—Sí, es muuuy grande —exclama Aye, provocando que mi madre sonría.

—¿Cuántos años tienes, Aye? —le pregunta.

—Siete —contesta, contando con sus deditos.

—¿De verdad? Pareces más grande.

-Si; Tengo que crecer mucho, y rápido —comenta.

—¿Y por qué quieres crecer rápido?

—Para defensora de mi tío Gaby.

—Ahí vamos —escucho murmurar a Lina.

— ¿Y de quién lo tienes que defender?

—De mi mamá —asevera.

—¿De tu madre? —inquiere, incrédula, mi pobre madre.

—Ayelen —habla Lina en voz baja.

—Sí, ella lo trata mal, siempre se pelean como niñitos. ¿Sabes lo que le hizo hoy? —esboza como si contara un chisme, o un gran secreto que eviden-temente desaprueba.

— ¿Qué le hizo? —curiosa mi madre, adoptando el mismo modo que Aye.

—Le mordió la espalda —suelta con desaprobación, negando al mismo tiempo con la cabeza.

—Eso está muy mal —sigue mi madre, al tiempo que Lina niega en silencio y yo río por su acusación.

—Es lo que yo digo, siempre le hace algo a mi tío... y él es tan bueno —expresa con aire soñadora.

—Aye, él no es tan bueno —interviene Lina.

—Sí es bueno, y cuando traiga una novia a casa, le voy a decir que no le haga mal o la voy a dejar sin pelos —asegura, y automáticamente arruga la nariz.

No puedo evitar visualizar a Lina de niña, cada vez que veo y escucho a Aye. Creo que me va a esperar una buena lucha con ambas y, por el bien de mi pelo, no me voy a meter con Gaby. Aunque dijo que le gustaba mi cabello, no importa, no creo que eso sea suficiente; Pensándolo bien, me conviene hacerme el mejor amigo de Gaby. A mí también me gusta mi pelo.

—Ayelen —llama su atención Lina.

—Wow, sí que quieres a tu tío —ríe mi madre—. Tu hermano la debe pasar muy bien con ella —exclama, cambiando la atención hacia Lina.

—Ah, no, no es mi hermano; es uno de mis mejores amigos, la vio crecer, siempre está para ella; es como de la familia, por eso le dice tío.

—Oh, eso está muy bien; la familia no se elige, decía mi madre —acota—. Sabe, me alegra que por fin te haya podido conocer, he escuchado mucho sobre ti —comenta, lanzando una mirada de madre protectora.

—A mí también me alegro de conocerla.

Bueno, creo que este es el momento para anunciarle que me voy; Sinceramente, no sé cómo abordar eso, pero lo tengo que hacer, y más porque ya mañana nos vamos y no hay tiempo para analizar ni estudiar nada. Creo que lo mejor va a ser que se lo diga directamente, y esperar el balde de agua fría. Ahí vamos.

—Madre, hemos venido para que supieras que mañana viajo a Argentina; voy a vivir allí, con ellas —comento cuidadosamente, todavía no sé cómo puede reaccionar ante esta revelación; Voy a verla menos y temo que no le guste mucho esta idea, por más que le caiga bien Lina.

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