Me puse de espalda a él sin dudar y escuché de nuevo ese ronquido que sale desde atrás de su garganta, que por alguna razón, ese sonido hace que me excite en demasía. Comienza a besarme la espalda desnuda, toda la parte que mi vestido no tapa, dirigiéndose hacia abajo; luego desata el cuello de mi vestido y lo deja caer al suelo, me da la vuelta, me alza sacándome los pies del vestido y me lleva hacia la cama, aún sin dejar de besarme, mordiendo y pasando la lengua por cada parte de piel que podía tocar por cómo nos encontrábamos. Me tiende en la cama con delicadeza, apoderándose de mi cuello.
—Te he deseado desde el primer día en que te vi, en el aeropuerto —susurra en mi oído, para luego morder otra vez el lóbulo de mi oreja, mi punto débil—, desde que chocaste contra mí, desde que tu cuerpo tocó el mío por primera vez. —Ya estaba demasiado excitada, por lo que le arranqué la camisa y sus botones saltaron por todos lados; el emitido un gemido, sonriendo de costado—. Dime que no te a