—Despierta, ángel —escucho decir a Alex, mientras besa mis labios. Ronroneo, me estiro, pero no abre los ojos; no quiero despertar—. Te traje tu dosis de cafeína de la mañana —lo ignoro—. ¿Tengo que usar otra técnica para despiertes? —pregunta, mordiendo mi labio inferior.
—Mmm... Usa esa técnica —hablo agarrando su labio, atrayéndole hacia mí.
—Es una pervertida, señorita Rinaldi.
—Solo has que despierte, sin hablar —le propongo.
Lo encarcelo con mis piernas por sus caderas. De su boca se escapa un gemido; haciendo caso a mi petición, repartió besos por mi cuello y mis pechos.
—No creo cansarme nunca de ti —declara, pasando su lengua por mis labios.
—Esa es la idea.
Baja con sus labios, marcando su camino en cada beso que va dejando caer.
—Puedo darte muchas ideas —dice una vez que su boca llego a mi ombligo. Lo succiona y sigue su camino hacia el sur de mi cuerpo.
—¿Y no tienes miedo de que me apropie de alguna de ellas? —Jadeo al sentir como sus dedos entran en mi interior.
—Puedo