NIKOLAI
El amanecer se filtra por las cortinas, tiñendo la habitación con un resplandor dorado. Pero mi atención no está en la luz ni en el nuevo día. Está en ella.
Aria duerme a mi lado, su respiración pausada y tranquila. Su piel desnuda brilla bajo la tenue claridad, su cabello plateado desparramado sobre la almohada. Se ve perfecta. Jodidamente hermosa.
Mi muñeca. Mía.
Me apoyo en un codo, admirándola con una leve sonrisa. No quiero despertarla… pero al mismo tiempo, quiero más.
Mis dedos recorren su espalda con lentitud, dibujando líneas invisibles sobre su piel. Ayer fue su primera vez, y aunque la cuidé, la traté con la paciencia que ella merece, el deseo de volver a tenerla me carcome desde el instante en que nos quedamos dormidos.
Me acerco más, dejando que mi mano descienda por la curva de su cintura hasta su cadera. Ella se mueve un poco, murmurando algo en sueños. Sus labios se entreabren y un suspiro escapa de ellos.
Maldita sea.
No sé si es consciente de lo que provoca