Capítulo 43.- Cuestión de tiempo.
El salón principal de la residencia Balmaseda brillaba esa noche con un lujo casi insolente. Arañas de cristal iluminaban cada rincón, las copas tintineaban como notas de un concierto cuidadosamente ensayado, y la larga mesa de caoba estaba vestida con candelabros, flores exóticas y un menú de seis tiempos que hablaba del poderío de su anfitrión.
Blair se ajustó el vestido negro de seda, de corte sencillo pero elegante, consciente de que cada mirada podía desarmar la seguridad que intentaba proyectar. Las invitaciones de Cyrus no eran simples cenas; eran maniobras calculadas, encuentros en los que las alianzas se medían tanto por las palabras como por los silencios.
Esa noche, sin embargo, algo se sentía distinto. No era el lujo, ni el número de invitados, ni siquiera la presencia de Roldán, que conversaba animadamente con un banquero extranjero en el extremo opuesto. Era Cyrus. Su mirada de depredador.
Ya no estaba cargada de esa intensidad posesiva que tanto la desconcertaba. Ahora