Capítulo 25.- El estallido.
El silencio en el salón era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Cyrus mantenía el cañón de su pistola apuntado al pecho de Balmaseda, mientras este sonreía como un hombre que ya había ganado la partida. Blair, tras los barrotes, contenía la respiración, sintiendo que cada segundo estiraba el hilo invisible que sostenía ese duelo.
Entonces, de pronto, la calma se rompió. Balmaseda chasqueó los dedos. Desde los pasillos laterales, hombres armados emergieron como sombras, con rifles en alto. El rugido de los disparos llenó el salón, arrancando pedazos de madera de las paredes, haciendo estallar los vidrios de las ventanas.
Cyrus se lanzó al suelo, rodando tras una columna mientras las balas silbaban a su alrededor.
—¡Cyrus! —gritó Blair, aferrándose a los barrotes.
El corazón de él rugió con la fuerza de mil tambores. Había caído en la trampa, pero no iba a detenerse. Sacó otra pistola de la cartuchera de su tobillo y disparó con precisión. Uno de los hombres cayó, lueg