꧁ ALEJANDRO꧂
Yo parecía un dictador, dando órdenes a diestro y siniestro, demandando sin vacilar; mi mundo, cuando se trata de crisis, funciona con decisiones tomadas en línea recta y sin rodeos. Aquella noche no fue la excepcion. Las palabras de Valentina ún retumbanban en mi mente: “Isabel se fue. No aparece por ningun lado”. Lo que siguió fue un despliegue medido pero implacable, una maquinaria que yo conocía bien, puesta en marcha con la precisión de quien no tolera los fallos.
Mandé a llamar a Lorenzo primero. Le pedí discreción absoluta. Nada de prensa, nada de interrogatorios públicos, nada que pudiera convertir un asunto íntimo en rumor de diario. Mis palabras fueron claras: revisar la habitación de Isabel, comprobar si faltaba algo, hablar con la servidumbre, revisar entradas y salidas de la finca. Lorenzo asintió con esa calma de quien ejecuta instrucciones desde hace años; conocía el protocolo, conocía la jerarquía.
—Ya revisamos —dijo Lorenzo cuando volvió con el informe—