CAPÍTULO 72

Salvatore Gianluca

Roxanne me retó con la mirada, sus ojos brillaban con un fuego que quemaba a la distancia. Su enojo era tan evidente que parecía querer aplastarme con él, pero no lo lograría, no ahora que las había encontrado.

—¡Roxanne! —grité apurado, mientras ella apenas daba un leve sobresalto.

—¡No me grites, idiota! ¿Quién te crees? —espetó con la voz entrecortada, mientras unas lágrimas se acumulaban en las comisuras de sus ojos. Su vulnerabilidad me puso nervioso, aunque no tanto como la maldita bata que llevaba puesta, que parecía tener vida propia, revelando con cada movimiento todo lo que ocultaba debajo.

—Roxanne, cariño, todavía podemos hacer esto más fácil —comencé, tratando de calmar la tormenta—, pero necesito que cedas, que por una vez bajes esa maldita coraza y entiendas que lo único que quiero es que tú y mi hija estén bien. Quiero protegerlas, cuidarlas y… —mi voz también flaqueó; sentí cómo la garganta se me secaba al borde de la confesión— porque yo, Roxanne,
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