Salvatore Gianluca
Al salir de la habitación de Roxanne, suspiré como si estuviera enamorado. La noche a su lado había sido espectacular, un placer que llevaba impregnado en la piel. Pero mi realidad es otra, dura y sin margen para la debilidad; no puedo amar a Roxanne, ni siquiera permitirme quererla. Ese sería mi declive.
De vuelta en mi habitación, me duché rápidamente. El agua que recorría mi cuerpo traía a mi mente el aroma y el sabor de Roxanne, y una punzada de deseo se mezclaba con algo más profundo, algo demasiado intenso para mí. No puedo permitirme sentir nada por ella; mi único objetivo es quedarme con el bebé que está esperando. Sin importar lo que haya sucedido entre los dos.
Salí con prisa. Zane y Kane ya me esperaban. Teníamos que irnos de la propiedad de Lorenzo para dirigirnos a una de mis bodegas; las cosas estaban empezando a descontrolarse. Lorenzo me esperaba en su sala de estar, cruzado de brazos y con el ceño fruncido.
—Salvatore.
—Lorenzo. ¿Cómo estás?
—¿Dormi