Capítulo 49.
El alfa sonríe.
— Haces un buen trabajo escondiéndote además…— dice Declan menospreciándolo— tengo cosas más importantes que hacer regularmente.
El curandero se gira mirándolo a los ojos de forma orgullosa por primera vez en su vida siempre lo había respetado aunque últimamente sus decisiones iban de mal en peor.
— Alfa ¿por qué lo hace? ¿Por qué me castiga por hacer exactamente lo que usted me pidió?
— ¡Te ordené que la salvaras! ¡Te ordené que salvaras a mi cachorro! A cambio ¿qué me diste? una mujer defectuosa, una mujer incapaz de procrear herederos, ¡eso fue lo que me diste! ¡Una botella vacía sin razón de existir!
El rencor, el odio estaban plagados en cada uno de sus palabras, toda la frustración que había sentido durante ese tiempo estaba saliendo a flote.
— Pero nuestra luna…
— ¡Silencio!— grita Declan perdiendo la compostura de nuevo, con respiraciones agitadas. — ¡Declaré que está prohibido pronunciar su nombre en mi territorio! ¡Está prohibido que cualquiera que esté a mi a