96. LA REINA LILITH
Me detengo frente al castillo de mi nieto, tratando infructuosamente de entrar. Todos sus poderes le fueron quitados cuando desobedeció al Creador y dejó al hombre tranquilo. Fueron repartidos entre los hijos nacidos que no alcanzaron la maldición por completo; aunque no tenían la necesidad de consumir sangre para sobrevivir cada día, aun así, su poder se mantuvo al robar de los demonios con los que se acostaba, sus fuerzas y habilidades.
De todos los hijos que tuve, decidí quedarme sólo con las princesas Aloqua y Ardad, pues ambas poseían un gran poder. Al ser hembras y las primeras en nacer, habían absorbido la mayoría de los poderes divinos de mí y de su padre. Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que Ardad Lulú, que era su nombre real, anhelaba mi trono y deseaba crear nuevos seres con ese poder. Engañó a su hermana Aloqua y la despojó de todo su poder, para luego desterrarla y eliminarla de todos los libros de la historia de AL. Pasó a ser la rebelde Ardad, que juró vengarse