ELIGEME

—Pero supongo que no estás aquí para hablar sobre esta chica, ¿me equivoco?

Isabela desplazó la mirada hacia él, y sonrió un poco. No era nada amigable, parecía apenas estar conteniendo su ira.

—Es verdad. Como dije, quiero resolver lo de anoche. Aunque, veo que no sufrías por mí, como yo por ti Rafael.

El señor Riva alzó una ceja.

—¿Sufrías por mí? Dime algo creíble, Isabela.

Ella apretó los labios y me señaló con un gesto.

—Quiero hablar solo contigo. Dile que se vaya.

Él le sostuvo la mirada, como si le doliera verla, pero aun así lo deseará. Luego me miró sobre el hombro, ya había elegido.

—Sal de aquí, Dulce.

Lo miré antes de comenzar a alejarme.

—Y no olvides que debes regresar por la noche —agregó antes de que yo abriera la puerta—. Si no estás aquí, pagaras por ello.

A pesar de la sensación de humillación, agradecí poder irme. Y lo hice lo más rápido que pude. Salí de la habitación, preguntándome si así se sienten las amantes cuando son descubiertas por las esposas
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