CAPÍTULO 22

—¡Suéltame! —Le dice Carolina a Hyden, tirando fuertemente de su brazo.

—¿Y ahora a ti qué te pasa?

—Justo esto me pasa. —Lo señala de arriba a abajo con la mano. —Tu actitud. Es obvio que estás celoso. ¡Si amas a tu esposa, ¿por qué rayos no lo dices y ya? —Le exige con lágrimas en los ojos y eso lo hace sentirse fatal. Pues le había prometido al reencontrarse que la haría muy feliz, y hoy, en cambio, la estaba haciendo llorar.

—No digas tonterías. No estoy enamorado de ella.

—¡Ja! ¡Ya no mientas!

—Te juro que no lo hago. —Se acerca a ella y la toma de los brazos.

—No te voy a negar que algunas situaciones me confundieron. ¿Pero a qué hombre no?

—¿Entonces admites que la quieres?

—Admito que confundí mi rabia con celos por un momento. Ella es mi esposa, y jamás imaginé que fuera capaz de engañarme y de verme la cara. Ahora que sé la verdad, entiendo que todo lo que sentía era por mi orgullo de hombre herido. A nadie le gusta que le vean la cara de estúpido.
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