—¿Lo escuchaste? Se va a casar... —Le dice Sandra a su amiga que escuchaba detrás de John y Carla sin que alguno se diera cuenta, como su aún esposo le proponía matrimonio a su amante. Sin dudarlo, se marcha, pero no derrama ni una sola lágrima. Quería, pero su orgullo se lo impedía.
—No entiendo por qué sigues casada con ese imbécil.
—Yo tampoco. —Sin dudarlo, saca su teléfono y llama al abogado de su familia. —Augusto, ¿cómo estás?
—Hola, Paula, qué gusto saludarte. ¿Necesitas algo?
—Quiero divorciarme. ¿Puedes ayudarme con eso?
—¡Por supuesto! ¿En qué términos quieres hacerlo? ¿Mutuo acuerdo?
—Podría decirse. Ambos lo queremos, lo único es que no habrá separación de bienes, yo no quiero absolutamente nada.
—Entiendo. Bueno, yo estoy algo ocupado arreglando algunos asuntos de tu padre, pero te enviaré a alguien de mi equipo.
—Que sea rápido, quiero resolver este asunto lo más rápido posible.
—Mañana mismo le diré que se reúna contigo.
—Bien, pero que lo