El reloj marcaba las ocho y media cuando Raven cruzó de nuevo las puertas de cristal del edificio Vanross Technologies. A estas alturas, llevaba ya varios años trabajando y la rutina matutina apenas le sorprendía. Sin embargo, su estómago todavía se revolvía cada vez que entraba en el despacho del alfa.

El ascensor lo llevó directo al piso ejecutivo. Caminó por el pasillo con paso firme, pero el corazón le latía un poco más rápido de lo habitual. Traia en una bolsa la ropa que Lionel le habia prestado el dia anterior. La puerta de la oficina de Maelik se abrió con un suave chasquido y, como siempre, una pila de trabajo acumulado de todos los departamentos y correos infinito los recibió.

Su escritorio estaba cubierto con cajas de regalos y sobres de tarjetas de compras de tiendas exclusivas. Raven levantó una ceja, medio divertido, medio resignado. Esto no era raro: Maelik siempre encontraba formas de sorprenderlo, aunque fuera con pequeños regalos y notas misteriosas que aparecían sin