Dorian se quedó observando a Somali, impactado por la noticia, mientras Zeira abandonaba la sala con una sonrisa discreta. Apenas se cerró la puerta tras ella, el Alfa se aproximó lentamente hacia Somali, aún asimilando la magnitud de la noticia.

Un brillo diferente se encendió en sus ojos, uno de incredulidad, alegría y algo que parecía casi una revelación. Caminó hasta ella en silencio, despacio, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romper el hechizo de ese instante. Luego le sostuvo el rostro entre las manos, acariciándole suavemente las mejillas con los pulgares, y una sonrisa ancha, auténtica, se dibujó en su rostro.

—No puedo creerlo… —susurró con la voz quebrada por la emoción—. Después de siglos y siglos… yo voy a ser padre.

Somali lo miró y en sus ojos resplandecían ya las primeras lágrimas. A pesar del asombro que todavía sentía, su corazón palpitaba con una fuerza distinta, poderosa y cálida. Sonrió con ternura, tomó una de sus manos y la llevó a su vientre, com