El murmullo cesó cuando Mariana entró a la sala de reuniones. Tres semanas de matrimonio y ya se había acostumbrado a ese silencio repentino, a las miradas que se desviaban cuando ella las enfrentaba. Colocó los documentos sobre la mesa de cristal y respiró hondo, fingiendo no notar cómo Claudia y Roberto intercambiaban sonrisas cómplices.
—Buenos días —dijo con voz firme, aunque por dentro sentía que caminaba sobre cristales rotos—. El señor De la Vega llegará en diez minutos. Mientras tanto, pueden revisar los informes del último trimestre.
—Por supuesto, señora De la Vega —respondió Claudia con un tono que convertía su apellido de casada en algo sucio—. Debe ser tan conveniente tener acceso a toda esta información ahora.
Mariana apretó los labios. No iba a darle el gusto.
—Tan conveniente como tu ascenso después de la cena con el director de marketing, Claudia —contraatacó con una sonrisa profesional—. Todos tenemos nuestros métodos, ¿no?
El rostro de Claudia se encendió mientras R