El teléfono de Mariana vibró sobre el escritorio. Otro mensaje. El tercero en dos días. Con dedos temblorosos, desbloqueó la pantalla sabiendo lo que encontraría: otra fotografía. Esta vez, Alejandro abrazaba a Sofía en lo que parecía una fiesta de gala. Sus labios rozaban el cuello de ella mientras Sofía sonreía directamente a la cámara con expresión triunfal.
"¿Segura que conoces al hombre con quien te casaste?"
El mensaje anónimo era breve, pero suficiente para que el estómago de Mariana se contrajera. Dejó caer el teléfono como si quemara. Las fotografías anteriores habían sido igual de perturbadoras: Alejandro y Sofía en actitudes íntimas, miradas cómplices, manos entrelazadas. Todas con fechas recientes según los metadatos.
—Son falsas —murmuró para sí misma, repitiendo lo que Alejandro le había asegurado cuando le mostró las primeras imágenes—. Tienen que ser falsas.
Pero la duda ya había plantado su semilla. ¿Y si no lo eran? ¿Y si todo este tiempo, mientras ella caía irremedi