El salón del Hotel Imperial resplandecía bajo las luces de las arañas de cristal. La gala anual de beneficencia para niños con enfermedades terminales era uno de los eventos más importantes del calendario social, y como siempre, reunía a la élite empresarial del país. Mariana ajustó el escote de su vestido color esmeralda mientras observaba a Alejandro conversar con un grupo de inversionistas al otro lado del salón.
Llevaban tres meses de matrimonio y, aunque seguía siendo una farsa, algo había cambiado entre ellos. Las miradas duraban más, los roces "accidentales" se habían vuelto frecuentes, y a veces, cuando creía que no lo notaba, lo sorprendía observándola con una intensidad que le robaba el aliento.
—Vaya, vaya... la secretaria ascendida a esposa —una voz femenina, afilada como una navaja, cortó sus pensamientos.
Mariana se giró y se encontró con Natalia. Llevaba un vestido rojo sangre que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, y una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—N