Mundo ficciónIniciar sesiónALONSO:
Descendimos en el elevador hasta el piso donde mi hermano atendía exclusivamente a nuestra familia. Me quedé de piedra al ver a papá y al abuelo sentados afuera, conversando entre ellos con una seriedad que me puso en alerta. Al vernos, se levantaron como resortes y vinieron a nuestro encuentro.
El abuelo, para mi sorpresa, abrazó efusivamente a Celia. No sabía qué significaba ese gesto, pero me revolvió las tripas. En nuestro mundo, la confianza excesiva podía ser tan peligrosa como una bala. —Abuelo, ¿qué crees que haces? —gruñí, tirando de la silla de Celia con más fuerza de la necesaria. —No te pongas a la defensiva, Alonso —fue papá quien respondió, su voz teñida de una emoción que raramente mostraba—. Estamos... felices porque mi verdadera madre, tu abuela Rubicelda, no estaba en coma como creíamos. Solo estaba dormida y acaba de despertar. —¿Y eso qué tiene que ver con mi Celia? —escupí las palabras, la ira burbujeando en mi interior—. Me al






