115. SÓLO DILETTA

Después de comer en el restaurante, donde habíamos hecho planes para lo que debíamos hacer a continuación, Alonso se marchó con Celia. Dante y yo acompañamos a mi hermano, seguido de su comitiva, hasta la residencia de los Garibaldi, pero no entramos. Debía seguir siendo Celia, situación que me enfurecía. Había soñado con estar cerca de Gerónimo; sin embargo, tenía que contenerme y resolver primero este enredo. A pesar de mi felicidad por tener una hermana, muchas cosas me resultaban incomprensibles.

—Vamos hacia la casa de esos tipos —le dije a Dante, quien me miraba y sonreía cada vez que pensaba que no lo observaba—. ¿Qué te sucede? Si albergas alguna ilusión conmigo, deshazte de ella.

—¿Por qué piensas eso? —me preguntó.

—Porque te ríes solo cuando crees que no te veo —le respon
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