CAPÍTULO 48. La deuda se paga con dolor.
Los días habían pasado, y Miguel no dejó de maltratar a Lucrecia, desesperado por obtener la ubicación de Irina. Pero ella no decía absolutamente nada, a pesar del dolor que le provocaban las torturas. La familia de Irina lo sabía… y lo aceptaba. Especialmente su padre, quien, más que nadie, comprendía que Miguel pronto exigiría el pago de la deuda que él no podía saldar en su precaria situación.
Sin embargo, mientras los días transcurrían sin obtener ninguna pista, la hacienda de Miguel comenzaba a desmoronarse. Hizo ajustes drásticos, recortó gastos, despidió a más de la mitad de su personal… y aun así, la bancarrota parecía inevitable. Miguel sabía que si no tomaba una decisión pronto, todo se le iría de las manos.
—Padre… solo te pido que me prestes doscientas cabezas de ganado por seis meses. Te juro que te las devolveré —suplicó con voz temblorosa dentro del estudio de su padre, un lugar al que rara vez había vuelto desde que contrajo matrimonio con Irina.
—No, hijo —respondió e