CAPÍTULO 49. De patrón a peón.
—Quedó del almuerzo, come de eso —le sugirió María.
—No voy a repetir la misma comida, así que anda a prepararme unos huevos revueltos. Si dejaras que esta rubia saliera a trabajar para el embajador, estaríamos comiendo filete y viviendo como reyes. Pero ahora la usas de arete... una mujer con tan hermoso trasero debería sacarle provecho —se relamió los labios, ansiando tocar el trasero de Irina.
—Te advierto, Randon: si el proxeneta viene por Irina, te quedarás sin techo, porque a mi cantón no entras —lo amenazó la señora, levantando la sartén por el agarradero. Luego miró a Irina, regalándole una sonrisa tranquilizadora que la hizo sentirse segura, porque con todo lo que ha sufrido la muchacha, lo último que le falta es caer en manos de un abusador que la obligue a prostituirse. Vio sus ojos ensombrecidos por la debilidad y le dijo en voz muy baja:
—Vamos a trabajar muy duro esta semana para que vayamos al hospital público; así tenemos plata para los medicamentos y vitaminas —Irina