CAPÍTULO 35. UNA PROMESA DUDOSA.
Narra Irina
Ahora no quería despertar. Sin embargo, de un momento a otro, Orlando desapareció, y en cuanto volví a mi realidad, abrí los ojos y vi a Miguel desnudo a mi lado, restregando su hombría entre mis nalgas. Sentí los dedos de Miguel dentro de mi cavidad vaginal. Me había desnudado y él también lo estaba; con una mano me abrazaba y con una pierna subida sobre las mías, inmovilizaba mi cuerpo. Me sentí irritada al saber que me encontraba excitada por el sueño que había tenido, y que él estaba aprovechando eso. Forcejeé para alejarme, pero me lo impedía; claro, es mucho más fuerte que yo. Comenzó a reaccionar, empujando su miembro sobre mis piernas. Empecé a sentir cómo su erección tomaba fuerza, mientras seguía tocándome. Estaba muy caliente.
—Eres mi esposa, que no se te olvide, y como tal debes corresponderme. Además, amada mía, un hijo no se creará por arte de magia —hablaba muy cerca de mi oído—. Y aunque te niegues, tu cuerpo me desea. Mira cómo tu intimidad acoge mis dedos