CAPÍTULO 74. Víbora de mil cabezas.
Me volví loco cuando la vi abrir los labios en busca de aire mientras me miraba con asombro. Creo que vi temor en su mirada.
«Eres una víbora de mil cabezas que sabe cómo enloquecer a un hombre».
Para mi sorpresa, ella cubrió mi boca con sus labios. Esta vez no esperó a que fuera yo quien la besara, sino que fue ella quien me besó, y mi mente se puso en blanco. Sus labios se sentían suaves y dulces, y por momentos fríos y calientes.
La apreté contra mí con fuerza; la necesitaba como el aire que se respira, como un sediento necesita agua. Sostuve su rostro con las manos y no me permití pensar en nada; quería engañarme a mí mismo y creer que me besaba porque me amaba, porque me extrañaba tanto como yo a ella.
Seguí siendo tierno y lento, sin dejar que el dolor se interpusiera en ese momento. Después de creerla perdida, quería sentir que realmente estaba viva y que era mía, aunque fuera bajo mis condiciones. Aunque su amor le perteneciera a otro, su cuerpo sería mío, porque así lo quería