Capítulo 93. Conspiración.
Mía Soler
Me quedé quieta, quietita.
Ni siquiera parpadeé.
El corazón me hacía pum pum tan fuerte sonando en mis oídos que pensé que él podía escucharlo desde donde estaba.
Papá… el papá que no me gusta cuando se enoja.
Cuando pone esa cara, mi panza se hace chiquita, como si un puño la apretara.
Ahora estaba ahí, a poquitos pasos, y al lado tenía a esa señora que huele a perfume dulce empalagoso que me marea. Esa con la que se casó. A mí no me gusta nada.
Apreté los dedos en la baranda fría de hierro. Estaba tan helada que me pinchaba la piel, pero no solté.
Si me movía, el piso de madera iba a hacer crac y ellos me verían.
—Porque me necesitas y yo a ti —dijo papá, despacito, con una voz que daba frío—. Además, si yo caigo, tú también. Porque eres mi esposa.
Me dolió esa voz. Era bajita, pero parecía cuchillo.
La mujer levantó la ceja. No estaba asustada; parecía brava, como cuando la maestra dice que alguien rompió un juguete.
—Creo que no deberías meterte con Amy —dijo ella, como