Capítulo 7. Líneas cruzadas.
Amy Espinoza
La puerta se cerró detrás de Adrián como un portazo en mi vida. El eco resonó en las paredes, pero lo que realmente retumbaba era el golpe que me había dado. No dolía solo en la piel, sino en lo más profundo.
Me quedé en medio de la sala, inmóvil, como si el aire se hubiera vuelto demasiado pesado para moverme. No lloré. No todavía. Estaba temblando, sí, pero no de miedo… era rabia, una rabia que me hervía por dentro y que parecía buscar un lugar por donde salir.
Caminé hacia la habitación, sin sentir los pasos, como si mis pies avanzaran por inercia. Al llegar, la luz fría del espejo me recibió con una imagen que me costó reconocer. Tenía el cabello revuelto, la mejilla ligeramente enrojecida y los ojos hinchados. No parecía yo. Parecía una versión quebrada, sin brillo.
Me acerqué más, buscando a la mujer que solía ver, pero solo encontré a alguien que había permitido demasiado. El nudo en mi garganta se hizo más grande.
—No más —me dije en voz baja, casi como un juramen