Capítulo 57. Sí, acepto (a mi manera)
Amy Espinoza
Después de mi ensayo no perdí tiempo y salí de allí. El ascensor del edificio bajó tan despacio que juraría que lo hacía a propósito para torturarme. Cada piso era un latigazo de pensamientos: su voz diciéndome “Yo te pongo el mundo a tus pies… a cambio de ser mi esposa”, mi rabia, mi miedo, y ese silencio que siempre me queda cuando pienso en Mía.
Al final, cuando se abrieron las puertas y el chofer me hizo un gesto para pasar, yo era un rompecabezas mal armado con piezas que no encajaban.
El auto se tragó la ciudad con un rumor suave. Yo iba mirando por la ventana como si los edificios supieran más de mi vida que yo misma. ¿Prostituirme? La palabra me había salido del alma y aun así me rebotaba en el pecho con vergüenza. Él no lo negó. Tampoco se disculpó. Solo me puso la decisión como una moneda al aire: cara, seguridad; cruz, la intemperie. Y en medio… mi hija.
—¿Pasamos por la escuela a buscar a Mía, señora Espinoza? —preguntó el chofer.
Negué con la cabeza. No confi