Capítulo 38. No iba a repetir la historia.
Maximiliano Delacroix
El silencio en mi oficina pesaba más que el mármol de las paredes. La llamada de Velasco se había terminado, pero el eco de su nombre seguía repicando dentro de mi cabeza como un martillo.
Me quedé sentado en la butaca de cuero, con la ciudad desplegada al otro lado del ventanal. Las luces eran diminutas, como piezas de un tablero que podía mover a voluntad. Y aun así, esa invitación había logrado encender en mí algo más profundo: una alarma vieja, enterrada bajo años de control.
Diez minutos pasé así, sin moverme. Solo escuchando mi propia respiración, midiendo cada posibilidad, cada ángulo de ese juego que acababa de comenzar.
Sabía lo que Velasco buscaba: creer que podía usarme, integrarme a su red de poder, tal vez medir mis debilidades. Lo que ignoraba era que yo no jugaba a medias. Que esa cena sería el escenario donde caería la primera ficha.
Lo que más me irritaba era lo que había dejado atrás en ese pasillo. Amy, con los labios todavía temblando por el