Capítulo 27. Fracasada.

Amy Espinoza

Él exhaló hondo, como si luchara consigo mismo, y en el último instante giró apenas el rostro, dejando que su boca rozara mi sien en lugar de mis labios. Ese roce fue peor que un beso: delicado, ardiente, cruel en su contención.

—Pero aún no es el momento —susurró contra mi piel.

Yo cerré los ojos, respirando con dificultad, como si el mundo hubiera cambiado en un segundo.

Cuando volví a mirarlo, sus ojos ya no eran verdes, encendidos. Se habían teñido de un azul profundo, tranquilo… pero no engañaban. Esa calma era solo el disfraz de una tormenta que él mismo había desatado entre nosotros.

—A veces la verdad es lo que la gente cree ver. Y esta noche, todos creen que eres mi prometida y así tiene que ser.

Me quedé en silencio. Tenía razón. Podía sentirlo en las miradas, en los murmullos: esa palabra se había clavado en el salón como un sello. Y yo no podía desmentirlo sin hacer el ridículo.

Luciana apareció entonces, como un fantasma vestido de terciopelo rojo. Su sonris
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